23.8.06

Domingo 6 de agosto

Nos levantamos pronto. Chispea. Desayunamos como marqueses. Leche de vaca, de la que recuerdo cuando era pequeño en Sanabria. Mermelada casera, huevos...
Antes de irnos, Jimena le regala a Ohana el libro que estaba leyendo, uno en inglés de Arthur Miller, para que pueda perfeccionar el idioma. Somos unos sentimentales.
Nos encaminamos hacia Bran. La tradición, sin ninguna base, sitúa en este pueblo el castillo de Vlad el Empalador. Gracias a Kaplan, al que llevamos casi como segunda guía, sabemos que Stoker no estuvo nunca en Rumanía, y que situó en esta parte de Transilvania al personaje porque los paisajes que vio descritos en el Biblioteca Británica le gustaron.
El pueblo es muy turístico. Hay un mercadillo. Jimena compra un chaleco de lana, la vendedora, Cristina, también habla español, gracias a las novelas. Adquirimos también unas litografías de Brasov. La vendedora nos habla con reverencia de "Sarita Montiel". En Rissnov vemos una fortaleza, pero no damos con ella. Toda la zona fue sajona desde la Edad Media, cuando los antepasados de los actuales alemanes vinieron reclamados por su fama de trabajadores. Llegamos a Brasov. Apenas quedan ya sajones en la zona. Tras la guerra, el régimen comunista envío a uno cincuenta mil a trabajar como esclavos en la Unión Soviética. Desde los años sesenta, y como si fueran ganado, los comunistas en el poder vendían sus visados a Alemania para conseguir divisas. Aún así, se nota la huella alemana por todas partes.
Nos impresionan tanto la plaza como la Biserica Neagra, una iglesia católica que se quemó hace varios siglos y que ha conservado hasta hoy un color oscuro fruto del fuego. Paseamos por la ciudad. Hace sol. La iglesia ortodoxa está escondida tras un pasadizo, porque los habsburgo no permitían que los credos no católicos tuvieran entrada directa desde la calle. Comemos en la plaza mayor a la carta por unos nueve euros cada uno. Nos acercamos al museo. Me impresiona Grigorescu. Nunca había oído hablar de él. Impresionismo fino. Un par de autores de inicios del siglo XX tienen un par de vistas sobre Toledo. El Museo está modernizado. Hay, además, una exposición sobre los cambios en las tramas urbanas gracias a las intervenciones que está financiando la Unión. Es de Justicia.
Empezamos a ver, al principio algo extrañados, banderas de la OTAN por doquier. En los liceos, en los ayuntamientos, en las escuelas...

Salimos rumbo a Zetea. Entramos en la zona más húngara de la transilvania rumana. Los coches tienen matrícula húngara. Los pueblos presentan una señalización bilingüe. En Zetea nos atiende una mujer húngara. Tenemos una casita para nosotros solos. Los alojados en otros apartamentos son húngaros. En la cena, una de las chicas no habla rumano y el húngaro es un idioma ininteligible para nosotros. Nos acostamos pronto. Queremos volver a madrugar.

1 comentario:

Andrés Catalán dijo...

La Biserica Neagra de Braşov es protestante, no católica.