18.5.07

El cazador maldito

Hace unos días acabé La caza salvaje, el último libro de Jon Juaristi. Antes de hablar del mismo y para que puedan acusarme, con razón, de parcialidad, me van a permitir que les cuente una historia. Año 1994. Joven españolista de familia conservadora está en la Universidad. Tiene claro que los españoles son los buenos y los nacionalistas vascos y catalanes los malos. El azar lleva a sus manos un libro titulado Auto de Terminación: raza, nación y violencia en el País Vasco, firmado por tres profesores vascos: Aranzadi, Juaristi y Unzueta. Aquel libro cambió, en algunos aspectos, mi forma de ver las cosas. Además, me abrió la senda a otros libros que vinieron después (Voces ancestrales, Comunidades Imaginadas, El bucle melancólico…) y que me hicieron pensar que, en realidad, no hay nacionalismos buenos ni malos. Todos son iguales. Es ridículo atacar a un nacionalismo (por ejemplo, el vasco), en nombre de otro (por ejemplo, el español). Quitando algunas características folclóricas, son todos iguales. El terrible narcisismo de la diferencia menor.

En fin, tras esta pequeña y acaso innecesaria digresión, les sigo contando. Creo que he leído todo lo que Juaristi ha publicado en los últimos años. Lo sigo con devoción los domingos en el abecé y, cuando tuve la suerte de conocerle, me sentí muy reconfortado no sólo de poder compartir mesa y mantel con él, sino también de participar, con mi granito de arena, en un pequeño homenaje ciudadano. Pero esa es otra historia.

El caso es que cuando vi que Juaristi publicaba una novela, me extrañó un poco, porque no es el tipo de autor al que uno imagina haciendo estas cosas. La lectura del libro confirma mis temores. Estamos ante un brillante ensayo sobre algunas de las características más interesantes de la cultura europea, pero no ante una novela en sentido estricto. La vida de Martín Abadía, el personaje central del libro, sirve al autor para realizar diversas reflexiones sobre la relación del nacionalismo vasco con los nazis, los primeros escarceos de la oposición a Franco en España o respecto del nacimiento de la serpiente etarra.
Especialmente interesante, creo, es la vinculación que el autor hace del mito del cazador maldito con los nacionalismos irredentos. Siempre detrás de una pieza que jamás podrán cobrarse. Quizá un poco como los sociólogos, mal que nos pese.

En fin, leer a Juaristi siempre es un placer. Porque es una persona extraordinariamente culta. Y porque sabe escribir muy bien. Pero no se engañen, No van a leer una novela. O al menos no una novela al uso. Van a disfrutar de un ensayo novelizado. Quizá lo único novelesco del libro es su final. Pero eso, obviamente, no lo voy a revelar.

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