23.5.08

Martes 13 de mayo. Segundo día en Shanghái

Amanece contaminación en Shanghái. El precio del progreso. Tras romper el ayuno, nos ponemos en marcha hacia el Templo del Buda de Jade. Construido a finales del XIX para albergar dos estatuas de Buda hechas de jade y traídas desde Birmania. El jade tiene un significado para los chinos desconocido para nosotros. El templo es un viejo caserón. Los turistas estamos por doquier. Hay un patio, y unos pasillos que llevan a donde están los dos budas. A las estatuas se las ve de lejos, se las reverencia, y tira pa´lante, como si estuvieras dándole el último adiós al caudillo. Hay un buda de jade falso que sí se puede fotografiar. En un momento salen al patio unos monjes vestidos de azafrán. Supongo que rezan, aunque las voces que pegan no invitan a la meditación. Hacen una hoguera con periódicos y se vuelven a sus cuartos. Quizá lo más interesante del templo, en realidad, sea que sobrevivió a aquella cosa que se llamó la Gran Revolución Cultural Proletaria. El guía nos cuenta. Lo que fue únicamente una lucha de poder en el entorno del partido único desembocó en una tragedia. Esta vez la víctima fue la clase intelectual del país. Se abolieron los exámenes de acceso a la Universidad (¿les suena esto de algo?). Se primaron las asignaturas ideológicas frente a la ciencia burguesa (esto también es familiar, ¿Verdad?). Una generación entera fue condenada a la ignorancia. Muchos intelectuales fueron enviados al campo ignoto a trabajar con las manos. Los guardias rojos, peleando por ver quien era más revolucionario, se lanzaron a destruir todo el patrimonio tradicional chino que encontraron a su paso. Empero, el Templo del Buda de Jade se salvó de la destrucción. 

A occidente todo aquello llegó como farsa: las citas del libro rojo de Mao y un par de carteles. Lo que es sorprendente, al menos para la gente de mi generación, es que en España hubiera maoístas. Y que ahora den lecciones de casi nada. Por favor. La España de los años sesenta, estando sometida a una dictadura repugnante, comparada con la China de Mao era un paraíso en la tierra.
Salimos del templo para dirigirnos a los
Jardines de Yuyuan. Echo un vistazo a las oficinas que están al lado de la puerta. Al fondo se ve a los monjes que hace unos minutos cantaban. Uno está haciendo cuentas con una calculadora, otros dos están navegando por algo parecido a Internet. Un cuarto ve la tele. Espiritualidad oriental al por mayor.

Llegamos a los jardines. Un funcionario los construyó en el XVI para que sus padres pudieran ver cómo eran los jardines imperiales. Están atestados. La restauración avanza lenta, pero el jardín no logra desprenderse de un cierto aire retro y, desde mi punto de vista, algo hortera, al menos para la estética occidental. Interesante el puente de entrada, Nine Curve Bridge, concebido en zigzag para ahuyentar a los malos espíritus. Almorzamos al lado, en el Restaurante Green Wave, que presume de ser uno de los mejores de la ciudad. Almorzamos. El restaurante promete más de lo que ofrece. Al acabar, un café en el Starbucks y paseo por los mercadillos de la plaza. Empieza el regateo. Uno no sabe bien qué comprar, ni sabe si lo que compra es útil o no. Nos escabullimos y encontramos, escondida en un segundo piso, una galería de arte. Vengo buscando pintura china, pero moderna. Un autor, con un cierto aire a Klimt, me seduce. Me tocar ir cargando con tres láminas el resto de la tarde.

Ducha en el hotel y cena. El restaurante me parece fantástico. El
South Beauty 881, en la Middle Yan An Road, ubicado en la antigua casa de un nombre. El estilo es una interesante fusión oriental y occidental. La comida, china, magnífica. El servicio acogedor. Estamos reventados.
Mañana toca madrugar. Volamos a
Xi´An.

PS: “Nuestro propósito es asegurar que la literatura y el arte encajen bien en el mecanismo general de la revolución, se conviertan en un arma poderosa para unir y educar al pueblo y para atacar y aniquilar al enemigo, y ayuden al pueblo a luchar con una misma voluntad contra el enemigo
Libro Rojo del Presidente Mao.

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