27.8.08

Balneario

Volvimos a Castilla por el norte. El pirineo nos llevó hasta Pamplona, y de ahí a Vitoria. El viaje en autopista entre una y otra es una inmersión en los mitos del nacional socialismo vasco. En cualquier caso, el viajero es prudente y, atado al mástil de su pertenencia a una identidad confusa, no se deja seducir por la patriotera visión que ofrece la sierra de Aralar. En realidad, piensa el viajero, bajo ese halo de misterio romántico heredero de Xaho y de su viaje al país de los vascos, lo que hay es un siniestro corredor de melancolía patriótica y lastimosa memoria de asesinatos cobardes y naciones irredentas. Entramos en un bar, poco antes de llegar a Vitoria. El entorno es hostil ante lo ajeno. Me fijo en ellas: hay una estética nacionalista en el ámbito vasco que hace incompatible la feminidad con la nación. Mujeres con pelo corto y cara de mala hostia. Con su pan se lo coman, pienso mientras miro de reojo a Jimena.
Entramos en Castilla por Burgos. Son varias horas de coche ya y decidimos parar a almorzar en
Briviesca. La villa tiene ese aire castellano que se me grabó, hace tantos años, en el Peñafiel de mi niñez. Aquellos burgos en los que demora su partida el invierno, como cantaba el poeta. El viaje sigue. Por fin, llegamos a nuestro destino. Ampudia, una villa que fue una vez sede del valido más poderoso de España, ya saben, aquél que se vistió de colorado para no morir ahorcado. Vamos a estar varios días en La Casa del Abad, una Posada Real con restaurante galardonado en la Guía Michelín. El trato es muy cordial. El espacio magnífico. Una buena restauración y un ambiente tranquilo. Una sucesión de patios y luces. Títulos decimonónicos en las paredes. Una piscina. Y un spa. En Castilla, escribió Arcadi Espada, la melancolía es una elaboración de la soledad y del ángulo recto. Leemos. Nado. Un masaje en las cervicales por la mañana. Una pedicura por la tarde. Salimos a descubrir el pueblo. Las calles porticadas. Una colegiata con una espadaña que rasga el cielo de la tierra de campos. Alguna escapada, fugaz, a Palencia. No queremos coger el coche. Un almuerzo en una rural cercana. La lleva un hijo del pueblo. Fue tenor. Cantó en el Liceo, en Barcelona. Murió su padre y decidió volver. Su mujer coge rosas para adornar el magnífico carpaccio de pulpo que prepara. Se nos van las horas entre libros y llega la hora de marchar. Entramos en Zamora. Estreno el bicing con un paseo hasta IFEZA. Al día siguiente, Joao y Teneca nos brindan su hospitalidad en la Granja. Almuerzo, copa y puro, completado en Tábara. Es ya noche cerrada cuando llegamos a Sanabria.

PD: La rapidez con la que el hispanista [Legendre] transita en tan solo unas líneas desde la mera recreación del paisaje a la exaltación de valores abstractos […] tiene que ver, sobre todo, con la vieja tentación de asociar cualidades morales al paisaje, abriendo así las puertas a las teorías de los caracteres nacionales, y, en definitiva, al determinismo del medio físico sobre la conducta humana.
Ridao, José María:
El pasajero de Montauban. Círculo de Lectores, Barcelona, 2003. Página 62.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Perdiu:
Que tienes en contra del Euskokorte de pelo? y en contra de los sobacos e ingles con pelos de 18 cm?
eh, eh! so fascista!
lo pasa es que tu quieres condenar a la mujer a ser bella y eso es fascistoide.
Vivan las camisetas rojas y negras las tachuelas, el kalimotxo don simón, los perros y la flautita para pedir, viva el olor a sudor y a maría. Viva el punk patatero, viva la aldea global, abajo la tauromaquia y las chicas guapas del tendido 5. Queremos a nuestros hijos vestidos de lino natural, y sin pañales fascistas e industriales.
Besos hermano, te espero en la mani, luego nos vamos al local social que un colega ha hecho un licor de maría, unos tirs de a cachimbo que me he traido de jamaica.
peace,love & anarkía
Joao y Mercedes (una nueva fan de la comuna social)

Anónimo dijo...

Pues no os he visto yo ni nada saltar con Kortatu, malajes.

Por cierto, lo que es fascista es estar de vacaciones ahora.