25.12.08

Doña Rosita la pastelera

Suena Salvat-Papasseit. Estoy acabando la biografía de Francisco Martínez de la Rosa. Cuanto más se acerca uno al XIX, más complejos son los matices, y la vida de Martínez es buen ejemplo. Liberal exaltado cuando las Cortes de Cádiz, fue encarcelado tras el manifiesto de los Persas y se tiró ocho años en el Peñón Vélez de la Gomera, frente a la cosa africana. Tras el golpe de Riego vuelve a Madrid pero ya no es un exaltado. Ha estudiado, y ha leído (si fuera malvado diría que eso lo va separando de la izquierda, pero me ahorraré el comentario), y apuesta por un reformismo basado en la concordia. Sabe que no hay en España aún un número razonable de liberales. Pero el Trienio es un desastre y Fernando un rey bastante flojo. Las potencias intervienen y marcha al exilio, en este caso a Francia. Allí sigue leyendo. Cuando el Rey ve lo que está pasando con su hermano, decide permitir la vuelta a la Monarquía de algunos liberales templados, Martínez entre ellos. Muerto el Rey, y estallada la guerra, se hará con los mandos del gobierno, sustituyendo a Cea en 1834. No hay color cuando uno compara sus actuaciones con las del demagógico Mendizábal. Ni cuando uno compara sus apelaciones al perdón mutuo y a mirar al futuro, con las exigencias de la izquierda progresista de recuperar la memoria histórica del trienio. Aún vivirá un tercer exilio, pero esta vez a manos de sus antiguos compañeros, ya que durante la regencia de Espartero se ve obligado a abandonar el país. Vuelta a su patria, será uno de los grandes ideólogos de Narváez y del Partido Moderado, lo que es la vida. Su búsqueda de acuerdos y su aspiración a la concordia le valió, por parte de la izquierda, siempre tan ecuánime, el mote de "rosita la pastelera".
Y uno piensa, cuántas cosas están en nuestro XIX, bastante más interesante, por cierto, que el XX. De allí venimos, y seguimos reproduciendo los mismos problemas, doscientos años después.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La Rosita la pastelera del 20 de septiembre del 2011 es José Bono Martínez, el del peluquín.