5.4.09

Bacon

Para estrenar mi flamante condición de amigo del Museo del Prado, Jimena y yo nos acercamos a ver la exposición que sobre Francis Bacon hay organizada en el viejo Museo Real de Pinturas que Fernando VII creó en 1819. Es fantástico lo de ser amigo del Museo. Pudimos entrar por la Puerta de Velázquez sin tener que guardar cola, lo cual es un lujo porque los fines de semana la cola de acceso suele llegar casi al Jardín Botánico.
Atormentado Bacon. Obras desgarradoras. Impresionantes sus obsesiones sobre el Inocencio X de Velázquez. Un autor que se valió, en muchas ocasiones, de las fotografías para realizar sus obras. Obras crueles. Hay también influjo de Lorca al final de su vida. Obras pesimistas. Y de Shakespeare y de Eliot. Una obra inquietante, en la que lo individual es una cárcel solitaria.
Venimos de un siglo, el XX, peligroso, cruel y pesimista. Tal vez la clave de su obra conecte con la sentencia de Primo Levi: tras los campos de concentración, ya no hay sitio para la poesía.
Y quizá la postmodernidad sólo pueda pintarse como lo hacía Bacon.


PS: Mao no sólo desterró la ironía y la sátira (desde la primavera de 1942 de manera oficial), sino que criminalizó el humor. El régimen inventó un nuevo delito: “decir palabras raras”. A partir de entonces, cualquier comentario escéptico, lamentación u ocurrencia de algún ciudadano podía suponerle la etiqueta de espía. Chang, Jung y Halliday, J: Mao. La historia desconocida. Taurus, Madrid, 2006.  Página 311.

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