2.9.09

Lecturas agostiles (III)

Ya sabe el desocupado lector de esta columna lo que me cuesta leer novelas. Son algo menor; papelillos podría llamarles de manera despectiva. El entretenimiento de los vagos, si me apuran; la novela es al ensayo un poco lo que el folio holandés al folio normal, como decía Ramón de España: un entretenimiento que hace pensar a los escritores haraganes que escriben como fieras. Además, no es sencillo encontrar buena novela; de hecho creo que la última decente que he leído ha sido La piel fría, hace ya un par de años.
El caso es que Jimena llevaba tiempo recomendándome A sangre fría, de Truman Capote. Al final la metí a última hora en la maleta antes de partir para Finlandia. La novela, o lo que sea, es sencillamente magnífica. Todo un descubrimiento. Qué bien escrita. Y qué entretenida. El brutal asesinato acaecido en 1959 en Holcomb sirve al autor para trazar un magnífico relato / retrato sobre los asesinados, los Clutter, y los asesinos, dos psicópatas apellidados Smith y Hickock. Las dos caras no sólo del sueño americano, sino también del ser humano: la ética del trabajo frente a la ética del quinqui, tan celebrada por cierto por nuestras autoridades. Ustedes no dejen de leerla y yo no dejaré de revisar algunos de mis tópicos sobre la novela y sobre los novelistas norteamericanos; siempre he sido bastante despectivo con ellos, la típica postura, imagino, de erudito a la violeta.

Es lo malo de leer, que se te joden las certezas.

PS: […] "no cuesta mucho deducir de todo ello que el hombre dejaría de leer novelas con cuarenta años recién cumplidos. Es decir, como manda la tradición. La buena".
Pericay, Xavier: Filología catalana. Memorias de un disidente. Barataria, Barcelona, 2009. Página 40

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