9.10.09

A vueltas con la corrupción

En un Estado democrático, no sólo el derroche de gasto acaba con la ciudadanía. También, y mucho, la corrupción. La corrupción es repugnante y lo que está pasando con el gürtel es, sencillamente, escandaloso. No hablo sólo del tal Costa este y de sus maneras y sus modos desafiantes, en los que no puedo verme reflejado como votante habitual del pepé. Hablo de más cosas. Hablo de la responsabilidad de quien admite en su partido a gente como esta. Yo voto, pero tú tienes que ponerme gente al menos honrada en la lista (ya no digo capaz, quia). Si no lo haces, estás incumpliendo tu parte del trato. Porque los partidos son muy relevantes. La Constitución les encomienda, nada menos, que encauzar la participación ciudadana en los asuntos públicos, en tanto que los considera instrumento fundamental para la participación política. Por eso es muy grave no sólo que haya corruptos en los partidos sino también que esto se vea como normal.

Por ello es vergonzoso esto de que no pasa nada y de que todo es una cacería de los lanas. Si no hubiera corruptos, no habría cacería. Si la han hecho, que la paguen. Y que la paguen bien. Me molesta bastante más, qué le vamos a hacer, la corrupción en un partido al que voto que en uno al que no voto. Y me siento, ya lo dije, muchos más cercano de un socialista honrado que de un pepero corrupto.

Así son las cosas.

PS: "No obstante, la civilización que no hace preguntas, que coloca fuera de su marco el mundo de la inquietud, del criticismo y de la búsqueda, es una civilización paralizada, estancada e inerte. Pero eso era precisamente lo que pretendían los hombres del Kremlin, pues es más fácil imperar sobre un mundo mudo e inmóvil".

Kapuscinski, R.: El Imperio, Barcelona, Anagrama, 2007. Página 160

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