23.4.10

El Holocausto

Me impactó, ya lo conté, el concepto de banalización del mal que Arendt desarrolla por extenso en su magnífico libro Eichmann en Jerusalén. Cuando era joven y veía series y películas sobre la IIª Guerra Mundial, había cosas que no entendía bien, sobre todo lo que estaba relacionado con los judíos: nunca entendía ese odio ni todo lo que les pasó. En España no había judíos, ni memoria de ellos, al igual que pasaba, por ejemplo, en Inglaterra, así que era difícil entender el drama.

Luego con los años, lees y vas poniendo las cosas en su sitio: la voluntad de ser diferentes, de pasar por encima de las fronteras de las naciones los convirtió en vecinos incómodos para los nacionalistas que, en todos los países, se adueñaron de la historia a caballo entre los siglos XIX y XX. Los patriotas, ya lo sabe, desocupado lector, sueñan con ciudadanos convertidos en ovejas, todo iguales, todos silenciosos. Y que hubiera un grupo que no fuera, que no quisiera ser como el resto, los condenó. Ello, más la locura antisemita de un país profundamente enfermo como era la Alemania del primer tercio del XX. Un país y una cultura, tengo la sensación, injustamente sobrevalorado en gran parte del siglo pasado.

Viene todo esto a cuenta de que acabé el otro día de ver la serie Holocausto, un clásico de la NBC que recordaba vagamente de cuando era un niño de apenas cinco años. Ya saben, mis curso de inglés nocturno mientras me relajo en el sofá. Una buena serie, la verdad. Una buena forma de contar el drama de la Shoah. Una familia en la que casi todos se niegan a ver lo que pasa, un arribista sin escrúpulos, un malvado, un loco. Todos los personajes del gran drama del XX en una serie de doce capítulos.

No ha envejecido mal, aunque se le nota la estética setentera. Una serie que todos deberían ver. Los de la extrema derecha para avergonzarse de lo que pasó, para reflexionar sobre si se puede ser nazi o filonazi a estas alturas de la historia; los de la extrema izquierda, sus primos tan queridos, para que manejen con más cuidado el vocabulario, y dejen de llamar genocidio a una incursión del ejército de Israel persiguiendo terroristas en el Líbano. Y el resto, para no olvidar, jamás, lo que pasó.

Para no olvidar que el respeto a las minorías es una obligación de cualquier Estado democrático. Para no olvidar que las urnas no pueden legitimarlo todo, para no olvidar que ni la voluntad del pueblo ni la voluntad de Dios está por encima de los derechos de las personas.



PS: "[…] el mantenimiento de los dos apellidos en la cultura hispana, y el que la mujer no pierda el suyo de soltera –algo que hoy parece un logro feminista al comparar distintos países- parece deberse más bien al crudo racismo que inspira la preocupación por la limpieza de sangre, que llevó a sus partidarios a valorar la ascendencia femenina, por creer que “la simiente infecta de judíos y moros se propagaba lo mismo por línea femenina que masculina”.

Iglesias, Carmen: No siempre lo peor es cierto. Estudios sobre historia de España. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2009. Páginas 217

6 comentarios:

Miguel Ángel Santos dijo...

Con el debido respeto, cuando fueron expulsados de España, los judíos, se refugiaron muchos de ellos en el imperio Otomano y vivieron en perfecta comunidad con los árabes, tanto palestinos cómo sunítas. Fue el único lugar donde pudieron vivir en paz durante muchos años, incluso protagonizaron actos terroristas contra el protectorado Británico.

A día de hoy, el único país que busca ser homogeneo religiosamente y monoétnico en Oriente Medio es Israel. Las cosas desde Oriente se ven de forma muy diferente, te das cuenta que Israel no es el bastión de occidente en Oriente, todo lo contrario, es otra comunidad más, junto con Sunies, Chiitas,Palestinos, Maronitas, Ortodoxos...con el mismo odio hacía el otro que tienen las demás, sólo que los judios tienen la fortuna de tener posibles.

Y por favor no caigamos en la cutre asociación de tildar estas opiniones de antisemitas, pues todos somos mayores para saber distinguir las cosas.

Un abrazo desde la discrepancia.

miguel dijo...

Me fascina lo que llamamos Oriente Medio, el interés parte desde que mi abuelo se interesa por la comunidades judías en Lucena, Córdoba. Todo se enriquece con la delicadeza, con la dulzura poética de las canciones de Joaquin Díaz, unas de las cuales aprendí a tocar en un arpa pequeña, en serio.
Pero el asunto en muy complejo, demasiado para enfocarlo desde una o dos ópticas solamente. Debemos leer mucho y de muchos autores diferentes, debemos ver muchas series y muchos reportajes reales desde la bbc a los clásicos de los periodistas franceses de los 60. Demasiado complicado para dar una opinión rápida. Recomiendo hoy una lectura, es solo una y tiene un punto de vista que no es el válido en tanto en cuanto no es el único pero que nos ayuda como los demás a iluminar el panorama: son las memorias de la reina noor de jordania. y en la otra mano leamos que significa ser judio de mario munick, yo lei una edicion de los 70 aunque la actual no se si tiene cambios, leamos tambien el lobby judio de hace pocos años.
Al leerlos comprobaremos enseguida que hay posiciones difeentes pero antes que esas tratemos de entresacar la imformación.
Abrazos a todo el mundo y sigamos buscando información y luz.
desde luego que veré la serie que propone nuestro escritor del blog todo lo que uno vea es poco.
See you.

Anónimo dijo...

Arendt ha sido objetivo de duras críticas por parte de otros judíos debido a su falta de exactitud en sus relatos. Creo que alguno hasta escribió un libro contra ella.

Antonio José Chinchetru dijo...

Me sorprende el comentario de Miguel Ángel Santos, por lo que muestra de ignorancia o intento de manipulación (su autor sabrá).

Dice que en el imperio Otómano los judíos vivieron "en perfecta comunidad con los árabes, tanto palestinos como sunitas". Los nucleos de mayor población judía no estaban en zonas árabes. Estaban en los balcanes (Grecia) y la actual Turquía, lugares donde apenas había árabes. Otro punto eran el actual Israel y Cisjordania. Allí los árabes no se hacían llamar palestinos (de hecho, hasta la independencia de Israel los árabes decían que no existía cosa alguna llamada palestina y el gentilicio "palestino" era usado por los judíos que vivían allí. Además, la mayor parte de lo que hoy en día se conoce como palestinos son sunníes, con lo que la diferenciación entre "palestinos" y "sunitas" es absurda.

Otra cosa errónea es pretender que Israel busca ser homogéneo religiosamente y monoétnico. Sobre lo segundo, sólo entre los judíos los hay desde los que tienen rasgos europeos hasta los negro procedentes de etiopías, pasando (por ejemplo) por los yemeníes. A eso hay que sumar otros grupos no judíos (que representan más del 20% de la población), como árabes y armenios.

En cuanto a la religión, además de judíos son religiones reconocidas varias confesiones cristianas (católicos, ortodoxos, armenios y otras propias de Oriente Medio y los armenios), el islam, los bahai, los samaritanos y alguna más. Un panorama totalmente diferente del que pinta el señor Santos.

Aaron dijo...

Iba a contestar a Miguel Angel Santos pero ya veo que A. Chinchetru se me ha adelantado con una estupenda respuesta.

Miguel Angel desconoce la realidad de Israel en todos los órdenes. Cuando dices eso de "sólo que los judios tienen la fortuna de tener posibles" ¿te refieres al "siniestro lobby"? ¿a la diáspora? ¿a la población israelí? la respuesta es NO en los tres casos pero especialmente en el tercero. Cuando quieras nos damos una vuelta por algunos barrios de Tel Aviv, Jerusalén o Haifa. ¿O quizás te refieres a los cientos de pozos petrolíferos que atesora Israel? :)

En cuanto al post no estoy de acuerdo con el párrafo: "Ello, más la locura antisemita de un país profundamente enfermo como era la Alemania del primer tercio del XX. Un país y una cultura, tengo la sensación, injustamente sobrevalorado en gran parte del siglo pasado."

No creo que Alemania estuviera injustamente sobrevalorada ni mucho menos. El nivel cultural medio alemán, por ejemplo, era mucho más alto que el inglés o francés, y lo digo desde mi posición de anglófilo y de judío.

El antisemitismo latente en Francia o en Inglaterra no tenía nada que envidiar al alemán. El "affaire Dreyfus" ocurrido en los años del cambio de siglo en Francia nos lo demuestra perfectamente. Miedo me da lo que podía haber ocurrido de haber aparecido un Adolf Hitler en Francia. La de la IIIª República francesa era una sociedad corrompida, antisemita, decadente y sin futuro. Paradojicamente la victoria en la Gran Guerra la acabó de condenar. Y no tenemos sino reflexionar sobre el brutal colaboracionismo francés sobre el que van apareciendo más y más testimonios (el país de resistentes que nos hicieron creer durante tanto tiempo es pura ficción), o el papel del 'Estado Francés' de Vichy.

Anónimo dijo...

Me uno a la crítica que hacen sus comentaristas al señor Miguel Ángel Santos.

Por otro lado creo que el antisemitismo es ancestral, por ejemplo, y sin irnos más allá, en la Ilustración.

Al respecto de la entrada voy a escribir otra en mi blog señalando varios aspectos del Holocaustro y voy a colgar un recorte de un periódico, creo que bastante interesante.

saludos y gracias.