28.4.10

Territorios libres

A veces me he preguntado porqué no me dediqué a la política. A veces, incluso, me lo preguntan los amigos.

La política. Los instintos más bajos del hombre convertidos en forma de vida: el instinto de poder, el instinto de dominación...

Quizá soy demasiado liberal y me aterra cualquier forma de poder. Quizá soy demasiado intelectual y no soporto las banalidades. O quizá soy demasiado cobarde y siempre he preferido la comodidad del anonimato a la presencia pública y expuesta. No lo sé.

Viendo el periódico de hoy me doy cuenta de que no tengo un espíritu proclive a la política: imaginen que yo fuera el Presidente del gobierno y hubiera tenido que decir, sin que se me hubiera caído la cara de vergüenza, diez veces en los últimos quince meses que “lo peor de la crisis ha pasado ya”. Imagínense que fuera un líder del PSOE o de IU y tuviera que salir a decir, con toda la cara dura, que “a Garzón lo van a meter en la cárcel por perseguir a Franco”.

Pero tampoco se libran mi primos del pepé. Imagínese que yo fuera Rajoy y no tuviera nada que decir sobre que un presidente autonómico, en este caso Matas, haya presuntamente robado a manos llenas, no sabría dónde meterme, la verdad; o que no pudiera echar al tesorero del partido vaya usted a saber porqué.

Este poco respeto a la verdad, esta consideración del votante como un imbécil, no va conmigo. Ortega dijo una vez que el español que se subordina a un partido está tirando a la basura, al menos, la mitad de su inteligencia. Y yo creo que se quedaba corto.

En fin, suena Loquillo y suenan Territorios libres en el Ipod “Sin líder a quien adorar / Ni izquierda ni derecha / que me obligue a avanzar. / Desconfiado como un animal / que defiende su espacio vital”. Pues eso


PS: "Con el establecimiento del sufragio universal, los grandes propietarios se vieron ante las urnas valorados como el hombre corriente, y al comprobar que éste les excedía en número, optaron por retirarse de la lucha. Después de los seis primeros presidentes de los Estados Unidos, ninguno de los que les siguieron procedía de una familia de raigambre".

Tuchman, Barbara W.: La torre del orgullo. Península, Barcelona, 2007. Página 130

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo mismo digo Perdiu, lo mismo digo.

Ya somos dos (y no pocos más los que no conocemos)... que siguen nuestros pasos.

Ahora que no nos oye nadie, ultimamente tus entradas son insuperables. ¿Serán los aires de la "inexistente" Zamora que cual hadas literarias inspiran tus escritos?

Un cordial saludo,

Pablo el herrero

El Perdíu dijo...

Muchas gracias D. Pablo por sus comentarios. Consiguen ruborizarme.

Anónimo dijo...

Quizás usted no pertenece a la casta política. Tengo la teoría que para ser político no hay que tener escrúpulos, y que una vez se entra en esa casta ya se es diferente al resto de la sociedad civil. Hay quien ha estado siempre ( caso de nuestro señor presidente) y quien entra y sale porque se da cuenta de que no va con él ( hay muchos también), y también hay honrosas excepciones. Pero mi teoría es la casta política ( y sus acólitos: empresas públicas, empleados públicos designados a dedo, etc.) viven del trabajo del resto de la sociedad, y así nos va.
Yo también tengo inquietudes políticas, pero cuando he intentado entrar en alguna sede, y lo he hecho en varias ocasiones, al poco tiempo salgo convencido de que no pertenezco a esa casta.
saludos.