21.6.10

De la heteronimia como una forma de vida

Fue un fin de semana cargado de heterónimos, quizá porque en la postmodernidad todos tenemos mil caras.

El viernes lo fue, en cierta medida: las voces de Jorge Moreta, recorriendo la Cuba dictatorial en la que el tiempo se paró hace ya cincuenta años.

El sábado lo fue, claro. Cuando se trata de Pessoa, no hay más que heterónimos, en realidad. Estuvimos viendo Turismo infinito, basada en obras de Pessoa y en heterónimos de Pessoa. Una reflexión sobre el amor, la muerte y el paso del tiempo. Había estado ya en el matadero el año pasado. Es hermoso el portugués como lengua, aunque sea difícil de seguir en una obra de teatro. Allí estaban todos, Álvaro de Campos, vitalista; allí estaba el decadente Ricardo Reis, su amada Ofelia. La obra está sólo unos días en las naves del Español en el Matadero. Ya saben, como los que viven en el norte de la ciudad se ve que son todos ricos o gilipollas, todas las inversiones públicas y toda la cultura para el puto sur de la ciudad.

En fin,y el domingo hubo cine. Aunque la crítica era mala, fuimos a ver El retrato de Dorian Gray. No está mal, en realidad los tres protagonistas masculinos son el propio Wilde, así que el ingenio de los diálogos está asegurado. Una peli a varias voces en una ambientación similar a la de Vidoq.

PD: Wilde escribió una vez: Al cielo lo prefiero por el clima y al infierno por la compañía. Cada día lo voy teniendo más claro

1 comentario:

Zerio dijo...

Hablando de heterónimos, esto excribió Mario Benedetti (q.e.p.d.):

Antonio Machado, Fernando Pessoa, Juan Gelman crearon de un plumazo sus heterónimos, unos señores que tuvieron la virtud de complementarlos, ampliarlos, hacer que de algún modo fueran más ellos mismos. También yo (vanitas vanitatum) quise tener el mío, pero la única vez que lo intenté resultó que mi joven heterónimo empezó a escribir desembozadamente sobre mis cataratas, mis espasmos asmáticos, mi herpes zoster, mi lumbago, mi hernia diafragmática y otras fallas de fábrica. Por si todo eso fuera poco se metía en mis insomnios para mortificar a mi pobre, valetudinaria conciencia. Fue precisamente ésta la que me pidió: por favor, colega, quítame de encima a este estorbo, ya bastante tenemos con la crítica.

Sin embargo, como los trámites para librarse de un heterónimo son más bien engorrosos, opté por una solución intermedia, que fue nombrarlo mi representante plenipotenciario en la isla de Pascua. Por cierto que desde allí acaba de enviarme un largo poema sobre la hipotética vida sexual de los moairs. Reconozco que no está nada mal. Se nota mi influencia.