23.7.10

De Claudio a Sebastian, pasando por Amis y una mano errabunda...

No es fácil encontrar momentos para el optimismo. Aunque a veces los hay. Puede ser la lectura de dos versos, al azar, de Claudio Rodríguez, puede ser la sonrisa franca de alguien, el apretón de manos sincero de un amigo, o una mano que se posa, confiada, sobre tu hombro. O simplemente ver la cara de quien te habla. Y ver qué gesto se esconde tras esa cara. Porque a veces las cosas más hermosas se dicen en silencio y se dicen, ¡ay!, incluso sin que queramos decirlas. Ese momento, delicado, en el que nos traiciona el gesto, y somos capaces de explicar más en una fracción de segundos que en varias horas de conversación.

Es julio y llevo un par de días, cuando me siento a escribir, recordando a Mihail Sebastian. Recordando su Diario y algunas de sus páginas. Lo recuerdo sentado en algún café de Bucarest, tarareando algún clásico.

No logro saber porqué me viene, precisamente ahora, su imagen y algunas de sus frase cada vez que escribo. Y es que quizá los autores, como las personas según nos enseñó Amis, cuando mueren no van al cielo ni al infierno. Van al corazón de las personas que las recuerdan. Y ahí viven, ya para siempre...


PS: "Una mirada, un gesto, / cambiarán nuestra raza. Cuando actúa mi mano, / tan sin entendimiento y sin gobierno, / pero con errabunda resonancia, / y sondea, buscando / calor y compañía en este espacio / en donde tantas otras han vibrado, ¿qué quiere / decir? Cuántos y cuántos gestos como / un sueño mañanero, / pasaron." […] (“Gestos”, de Claudio Rodríguez)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿raza? ¿cuál raza?

http://www.youtube.com/watch?v=CAUXTKqeToA&feature=fvw

Anónimo dijo...

Men become old, but they never become good.