26.8.10

Paseos, ahora con Pacheco

Fuimos a regar los castaños. Así le voy poniendo nombre a las tierras. Esta vez regamos los que están en la tierra “del rincón”, ya en la vecina pedanía de Cobreros, y vimos los de “tras de la serrana”, ambas en el Barreiro. Eran tierras de cereal, hace años. El río queda abajo, y como el cereal no se riega, eso facilitaba las cosas. Ahora ya no. Ahora sólo son escobales. Una metáfora de lo que será el mundo rural en poco tiempo. Algunos, como mi padre, intentan plantarle cara al destino, y ponen castaños, y tienen limpias las fincas, pero es una lucha, melancólica, condenada al fracaso. Regamos con cubos. Con poco método. Da igual, creo que lo que mi padre disfruta es verme con él, compartiendo las historias de cada una de las fincas. No soy capaz de quedarme con todas las marcas ni con todos los linderos. En la historia de estas fincas está recogida, en metáfora, la historia de la Sanabria del XX. Castaños talados por cuatro duros cuando venía un portugués que “andaba a la madera”, tierras vendidas “porque los hijos se han ido a Bilbao y quieren que liquide esto y marche yo para allá, que ya esto y mayor”. Emigración. Silencio. Una herencia de tres hermanas repartida y firmada por sus tres maridos en 1960. Un mundo que desaparece.

Yo no le debo nada a esta tierra, lo sé. Y sé que no debo nada a ninguno de sus muertos, y que, de deber algo, será a muy pocos de sus vivos, si se me apura. Pero mientras paseaba ayer con el Barreiro por mi padre y veía los castaños, ya de vuelta para casa, pensaba en los versos de José Emilio Pacheco, tan míos cuando estoy aquí: “No amo mi patria. / Su fulgor abstracto es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas, / una ciudad deshecha, / gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / -y tres o cuatro ríos".

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