4.9.10

El dolor

El dolor. El dolor ante la enfermedad. El dolor ante la muerte. El niño de un amigo, Javier, apenas unos meses, un bebé. Alguna malformación genética. El dolor de unos padres. Su esfuerzo por tirar para adelante. Su amor incondicional. Sin visión en un ojo: ¿qué tipo de Dios permite a un niño nacer sin visión en un ojo?. Lo único que me convierte en ateo: el dolor de un niño.

Una amiga. De Barcelona. Apenas treinta y pocos. Un cáncer. La enfermedad, la tristeza, el dolor, la soledad… tantas cosas nos acompañan y con tantas cosas nos damos cuenta de lo poco que somos, de lo importante que es disfrutar cada momento. Me lo cantaban los curas, allá en el seminario: “Te pasas la vida esperando el mañana / soñando que un día serás muy feliz”; en lugar de serlo ahora y con lo que uno tiene cerca. Arrastrar por la vida errores y miserias, como si uno tuviera varias vidas y no pasara nada por equivocarse en esta.

Cuando veo el dolor en la gente cercana me gustaría ser creyente. Me gustaría tener un dios al que rezar, y soñar con que ese dios me escuchara y alguna vez me hiciera caso. Y me gusta que mis amigos creyentes, que son varios, gracias a Dios, recen por mí cuando la ocasión lo merece.

La religión. Un aspecto íntimo de mi vida que algún día deberé abordar en serio. Ser agnóstico es, a veces, desolador: sin fé en un Dios que nos proteja, pero sin la certeza de que todo esto sea falso


PS: "Quizá sea la costumbre, pero a mí me pareció mejor que la última vez. Con el tiempo, si viviera a su lado, seguramente llegaría a considerar su tragedia como algo normal. No hay tragedias vividas día a día. Lo sé un poco también por mi propia vida. Más allá de veinticuatro horas, empieza la costumbre, o sea, la aceptación".

Sebastian, Mihail: Diario (1935-1944), Entrada del 30 de diciembre de 1936.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lea 1ª Corintios 20-31 y Juan 11,1-45 y medítelo. Un saludo afectuoso.