25.10.10

La Diada

Estuvimos en Alcañices. Celebrando la Diada. A veces me asustan este tipo de actos, y por eso me parapeto tras una cámara, para esconderme. Llegué con la fresca. Había niebla aún en los embalses. Qué hermoso trayecto por el occidente zamorano.

Varios reencuentros; un placer volver a ver a Don Manuel, que sólo hay uno en la provincia, una charla con Juan, siempre un placer. Nos gustó mucho tu artículo, ¿por qué no nos mandas más?. Hombre, cómo estás, ¿por qué no venís a verme un día y charlamos mientras almorzamos tranquilamente?. ¡Siempre nos vemos en la provincia, llámame por Madrid que tenemos que quedar!. Tengo a unos amigos alojados en una de tus casas en Puebla y están encantados, gracias, gracias; ¿Por qué no venís por Toro y veis cómo ha quedado la Plaza?. ¡Hombre amigo, qué tal!, a ver cuándo volvéis y tomamos un café por mi ciudad; ¿cómo van las cosas por la capital? será un placer alcalde. A ti ya te saludé, qué tal alcalde, bien, ahí seguimos, luchando…

El acto bien organizado. Alcañices. La Raya en estado puro. El tratado que dio forma a una de las fronteras más antiguas de Europa occidental. Una hermosa escultura de Coomonte, en un marco de soledad, el antiguo claustro de un convento. Los vientos que unen a las personas. Emoción entre los premiados. Buen discurso del sanabrés Antonio Cancelo. Lágrimas en la cara de Ángel Nieto. Inteligente discurso del presidente de la Diputación. Luego un paseo hasta el almuerzo. De camino, una conversación. No soy mal tipo, y me duele que alguien pueda pensar mal de mí. No es fácil nada de esto. No. Joder, pero para mí tampoco. A la mesa con los responsables de varias Casas de Zamora. Cada vida es una historia, igual que cada Casa. Casi quince mil zamoranos en la provincia de Pontevedra. Era el punto de salida para América. En Baracaldo. Les recordaba en la comida que fue el primer sitio al que emigro mi padre, con apenas veinte años, y que allí estuvo durante unos años, antes de ir a Madrid.

No hubo copa. Vuelta a la Sanabria, mientras oscurecía, por el oeste. Siempre hacia el oeste.


PS: "Los lazos que conectaban [al] [...] hombre medieval a su parroquia y gremio les daban seguridad y orientación. cuando en la época moderna esos lazos de tribu y gremio se rompen, la persona se individualiza, se enfrenta a una nueva etapa: enraizarse y meterse en la sociedad industrial por otros medios que los lazos tradicionales de la comunidad preindustrial. al ganar en individualismo se gana también en aislamiento, el cual genera un sentimiento de impotencia y ansiedad. si no sabe o no puede crearse otros lazos de integración y serenidad, el individuo caerá en la sumisión con tal de sentirse acompañado y pertenecer a un todo que le absorba".

Racionero, Luis: El progreso decadente. Repaso al siglo XX. Espasa, Madrid, 2000. Página 60

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