24.11.10

La sonrisa de un niño...

La veo una o dos veces al año. Va creciendo. Poco a poco. Un azar la ha dejado atrás en la carrera por la vida que todo recién nacido emprende. Su hermana ya va con su edad, alrededor de los tres años, y juega con su prima, mi sobrina, sin más problemas. A ella, sin embargo, le cuesta. Sus gafas, de pasta verde. Sus andares torpes. Me da un vuelco el corazón verla. Es inocente y no entiende, quizá nunca lo entienda, lo que le ha pasado. Sólo hay cariño cerca de ella. Nos abraza a los adultos. Quiere jugar. Jugamos. Su patinete, en el que le cuesta mantener el equilibrio. Su mirada, sus ojos grandes. Sus manos, inseguras. El amor de sus padres. La dulzura con la que su madre la trata. La mirada de sus abuelos. Nada nos acerca más al otro que el sufrimiento. La capacidad de padecer con es lo que nos vuelve humanos y nos aleja del reino animal. Sin duda.

Una sociedad en la que los débiles son amparados y protegidos. Y queridos.

Ese es el mundo en el que quiero vivir.



PS: Con poco más de veinticinco años, César Vallejo le dedicó un poema fúnebre a su hermano Miguel. El poema acababa: "Oye, hermano, no tardes en salir. / Bueno... Puede inquietarse mamá".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso. Muy hermoso

Anónimo dijo...

¡Qué bonito!