27.11.10

Ya lo sé, es sólo un libro (I)

Es sólo un libro. Una memoria de la emigración castellana y leonesa.
La historia empezó, como un rumor, hace unos cinco años. La trajo, como tantas otras, Manoluá, a quien quizá ya nunca conozcas. Era el verano de 2005, estábamos aún en la Virgen del Coro y yo, naif, creía que había cosas que eran para siempre. ¿Sabes que tío Julio aún vive en la Argentina? Estuve allí y lo vi. Y tiene un relato precioso sobre su viaje a España, escrito cuando tenía quince años, la única vez que vino a la patria de sus padres. Me puse en contacto con Andrea, su nieta, a la que busqué con paciencia a través de la web. Contacté con ellos. El primo Julio. Recuerdo a mi abuela, en el Mercado del Puente, hablarme lejanamente de él, cuando apenas tenía yo veinte años y le preguntaba por su familia que marchó a la Argentina. Por la parte de tu abuelo, me decía, ahí atrás, estaba tía Josefa, que marchó y vino un verano con Julio, su hijo. Nos hemos escrito durante años, por ahí deben andar todavía las cartas, pero ya no sé…

Contacté con Andrea, decía y le pedí permiso para editar el texto de su abuelo. Un texto hermoso. Julio Domingo, tío Julio, me escribió. Nos escribimos durante años. Claro que puedes editar mi texto, pero pide perdón al lector por la forma de estar escrito, yo no tenía ni quince años, me decía con su caligrafía temblorosa.
Era principios de julio. De 1929. Ahí empezó el viaje. Sus padres, sanabreses de nación, se conocieron sin embargo en la Argentina. Él era de Riego: Julián Monterrubio Cabadas. Ella, hermana de mi bisabuela, era de Cervantes. Claro. De Cervantes. Josefa de Rábano Rodríguez. A principios del XX emigraron a la Argentina. Como tantos otros. Aquí no había ni para comer. Se conocieron allí. Se casaron. Tuvieron un hijo. Un día decidieron volver a España para que su hijo conociera sus raíces. Hacía más de veinte años que habían emigrado. Llegaron a España el 24 de julio. Cádiz. Sevilla. Madrid. Zamora. Y por fin, Sanabria. Un texto hermoso. Emocionante. Ver al abuelo de uno convertido en un joven de treinta años, que sale a cazar y que juega al fútbol con sus hermanos no sucede todos los días.
La emigración. Una de las pocas constantes en la historia del hombre. La escritura. La forma en la que las personas que ya no están toman vida de nuevo para nosotros y delante de nosotros. Una forma de atrapar para siempre a alguien, de ligarlo a nuestro recuerdo. La identidad, esa cárcel.
Hace frío. Es noviembre. Vuelve a dolerme la espalda

PS: Borges escribió en Los Conjurados: "Las migraciones que el historiador, guiado por las azarosas reliquias de la cerámica y del bronce, trata de fijar en el mapa y que no comprendieron los pueblos que las ejecutaron".

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