8.12.10

En la matanza

Estuvimos de Matanza. Un pueblo pequeño. Condenado quizá a desaparecer. Sobre todo si la socialdemocracia castellanoleonesa llega al poder y nos obliga a todos a realojarnos en pueblos más grandes como si esto fuera la España de Franco o la Corea de Kim. Como si yo no pudiera vivir donde me diera la gana. Como si un burócrata supiera mejor yo dónde voy a luchar por ser más feliz. Hacer las cosas sin subvenciones. Sin dinero público. A escote. Cada uno deja algo y todos ponemos dinero. Mataron al bicho. Nevaba. Unos vinos en el bar. Almuerzo en Rozas. Un cocido. Llegar. Tarde, pero llegar. Casi noventa personas. Desbordados. Los niños jugando. A la tarde, al fuego del hogar. Entrábamos en casa y oía por todos los rincones a Claudio Rodríguez: "Aún no pongáis las manos junto al fuego. / Refresca ya, y las mías / están solas; que se me queden frías". Unas máquinas. Un cuarto secreto. Jugar. El hombre es un animal que juega y luego se hace mayor, me dijo un día un cura, allá en el Peñafiel de mi memoria. No hubo cena de setas. La nieve. Las montañas más frías de toda Castilla, decían los jesuitas cuando se referían a la Sanabria en el siglo XVII, en plena guerra contra los traidores del bando portugués.

Luego, al día siguiente, nos comimos el bicho. En sentido literal. Llovía. A mares. Como llueve en Castilla. El cielo del invierno. La casa de Joxe. Abrazos. Fotos. Niños. Cuando se nos hizo de noche, unas castañas. En la bodega. Sal a por unas berzas anda hijo, para tapar el caldeiro. Veinte centímetros de nieve, me sentía un heroico expedicionario del ejército al mando del Marqués de la Romana, luchando por encontrar unas berzas en el cortineiro. De nuevo Claudio: "Estas castañas, de ocre amarillento, / seguras, entreabiertas, dándome libertad / junto al temblor en sombra de su cáscara". Un café, en libertad. Esos ojos, me pongo a jugar porque así no pienso. Juanjosé, toda una revelación: cuando estés cerca de Madrid te llenamos el Parador un sábado, ya lo verás. Los niños, inagotables. Las castañas crepitando en el caldeiro. Más fuego en la lumbre. Se ha hecho tarde. Nos recogemos.

(Otra) jornada inolvidable en el improbable reino de la casualidad.


PS: Claudio Rodríguez escribió en Alianza y Condena: “A veces, sin embargo, en estas tierras / floreció la amistad. Y muchas veces / hasta el amor. Doy gracias"

3 comentarios:

Unknown dijo...

Unos días fantásticos, ha habido tiempo para todo, juego, charla, comer, beber, ayudar, discutir, sorprender, soprendernos, en fin, vivir.
Tengo que reconocer que cada vez me siento más de su pueblo y menos Madrileño...aunque no del todo.

Anónimo dijo...

Me alegro de que lo pasaran bien... lástima no haberles podido acompañar...

Zoelarenato dijo...

Son momentos con los que llenamos el saco la nostalgia que vaciaremos con futuras historias. Historias que contaremos entre las mismas piedras, los robles, chopos, nogales y castaños, apenas más viejos, para que no llegue el vacío al lugar que amamos...al menos mientras uno de los que estuvieron, aún tenga su recuerdo. Se disfrutó de ello y se disfrutó, en especial, de la gente. Un abrazo.