11.12.10

Miguel

Murió Miguelín. El primo Miguelín. Tengo pocos recuerdos de él, la verdad. Yo era pequeño entonces. Estábamos en la Playa de los Enanos. Lo recuerdo sonriendo. Ganó algo a la tragaperras, no recuerdo cuánto, y nos invitó a todos los niños a un helado. Éramos los hijos de sus primos. Él era hijo de tío Miguel. Le fue mal la vida. Tuvo una ferre en la Puebla, donde ahora se pueden comprar las cosas de aquí. Le fue mal. Me niego a juzgarlo; no es nada fácil vivir una vida y nunca tendremos información suficiente sobre ninguna vida, ni siquiera sobre la nuestra, para diferenciar con claridad el éxito del fracaso. Lo dice, sabio, el evangelio: no juzguéis, y no seréis juzgados. Y es que hay gente que, como lo vió Vallejo, no sabe vivir "al servicio menor de cada triunfo".
Hay, en fin, un cierto aire de maldición en muchos de los descendientes varones del Perdíu.Supongo que, en aquella España, no ser enterrado en sagrado podía marcar también a los hijos.
A mí no me caerá. No. No hay maldiciones, ni destinos escritos. Ni siquiera errores que no tengan redención posible. Cada uno es dueño de su vida. y la mía no se consumirá en la melancolía.
No.


PS: Un año ya del esbozo de aquella cierta teoría de la amistad. La primera visita a esta bitácora, en un autobús que iba a la Zamora. "Cuántas cosas aún por hacer / y ya se acaba todo", hubiera escrito Claudio Rodríguez.

PD: Algo molesto aún co la muela. Finde a base de sopas y purés.

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