24.1.11

La libertad como una forma de amor...

Fue Borges, claro, quien dijo que el universo era una biblioteca. De babel, la llamó. Como soy un hombre muy de mi tiempo, busco el universo en cada rincón. Cuando llego a una ciudad nueva, no pregunto nunca el nombre de las doce mujeres más hermosas, para qué, si ya conozco a la más bella, sino que pregunto el de las doce mejores librerías y el de los diez justos de los que habló el propio maestro argentino.

Regresé a Pucela, esta vez con tiempo. Hasta la tarde no salía el tren a Burgos y al amigo Jorge hube de esperarlo hasta la hora de comer. Pregunté por las librerías. Sólo hay una, me dijo una mujer mayor, con las manos ajadas por el frío, mientras miraba mi sombrero con ternura. Me acerqué. Me fasciné. Se llama Oletum, un nombre incompleto que en seguida me acercó a Jesús, con el que pasee durante la casi hora que me tiré allí.

Una librería es un espacio de libertad. Con sus secciones, sus estanterías, sus anaqueles. Sus hexágonos, como decía Borges. Fui a por los ensayos. No cambio. Luego a por la historia. Tras un rato, a por biografías. Cuando decidí que lo había visto todo, entré en la novela. En una librería el librero ha de conocer la mercancía. Quería coger un libro para Jorge. Milagrosamente, estaba. La cuna del mar negro, para sus libros de viajes. Seguí hablando con ellas. Conocían algunas de las cosas por las que preguntaba. Me acerqué a Zweig y esta vez no pude resistirme. Fouché, el genio tenebroso, bien editado en Acantilado. Está uno cansado ya de descubrirle buena literatura a otros y a veces no disfrutar de ella. Aquel libro se lo quedó, porque era un regalo mío, pero ya he puesto orden sobre este asunto y ahora Fouche es mío. No pude evitar caer en Banffy y hacerme con Los días contados, su primera novela de la trilogía transilvana. Hay algo en la literatura centroeuropea de entreguerras que sigue pudiendo conmigo cada vez que me acerco a ella. Cada uno tiene sus debilidades, qué quiere que le diga, desocupado lector. Además, es fantástico seguir descubriendo estos autores ahora que uno va solo en el camino, y saber que podrá compartirlo con corazones más agradecidos que aquel.

Me gustó Oletum, desocupado lector, y la seguiré visitando cada vez que me acerque a Pucela. No se la pierda. Es lo más parecido a aquella legendaria Fronda que ya forma parte de un relato de Borges.

Hablando de un relato de Borges, ¿qué habrá sido de las Almas grises?


PS: Joan Margarit escribió en su materna lengua catalana: La llibertat és una llibreria. / Anar indocumentat. […] / Una forma d’amor, la llibertat.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Q hermoso