4.3.11

Una bandera en una isla, una ciudad sobre la colina y un rocinante en el aeropuerto

Me puse también, aprovechando el parón del finde, a ver las Cartas desde Iwo Jima. Estuve en navidad, en la Sanabria, viendo las banderas de nuestros padres y me apetecía darle a esta. En versión original básicamente japonesa y algo de inglesa. Con dos cojones. Ver la guerra desde el otro lado. Ese soldado, Saigo, que escribe a casa sabiendo que morirá. Ese general, Kuribayasi, que había vivido en los Estados Unidos y que llegó a defender una tierra que sabía indefendible. Él es el eje de la obra, un hombre que afronta con serenidad su destino, en una isla maldita en la que no hay ni agua. Un héroe en el sentido clásico del término. Ver la guerra, decía, desde el otro lado. Poner nombre y apellidos a aquellos a quienes uno no entiende y se limita a matar en plena batalla. El calor. El olor a azufre. La brutal batalla de Iwo Jima en unas islas, por cierto, descubiertas por Castilla, cuando el Pacífico era también, en parte, un lago de la Monarquía Hispánica.

Buen cine. Porque la guerra, que nos persigue desde que Caín alzó la quijada contra Abel, forma parte de lo que somos, para nuestro horror. Por eso es bueno verla de cerca. Para imaginar lo que sería sufrirla.

No deje de verla, desocupado lector.


PD: En la primavera de 1630, a bordo todavía del buque Arbella que los llevaba hacia Salem, en la costa este de los actuales Estados Unidos, el reverendo puritano John Winthrop dijo durante un sermón: “For we must consider that we shall be as a city upon a hill. The eyes of all people are upon us”. Que en castellano viene a ser algo así como "debemos considerer que seremos como una ciudad sobre la colina. Los ojos de todas las personas estarán puestos sobre nosotros”.


PS: mientras estoy en Valladolid, recuerdo a Forges en un aeropuerto diciendo desde su rocinante mientras despide el avión: bon viatge!

1 comentario:

Unknown dijo...

Pues gracias a El Perdíu pude ver esta película. Muy buena, mucho mejor que la otra cara de la moneda. Impresionante el clima que logra crear Eastwood y esos guiños de una peli a otra teniendo algunas secuencias en común. Esa humanización de los soldados japones, que siempre nos han querido vender como desalmados. En fin, una gran película