19.7.11

Almuerzos con clase...

Siempre es un placer. Nos juntamos cada cuatro o cinco meses. A conversar. A tener una buena sobremesa. Casi siempre vamos los mismos y casi siempre tenemos algo que celebrar: el ascenso de uno, la promoción de otro…Esta vez el pacharán tras el americano se nos fue hablando de la cultura interna de las compañías. De cómo las empresas generan valores y formas de comportamiento que, en mayor o menor grado, se acaban exigiendo a los miembros. Josep Lluis, que ahora es socio y siempre fue sabio, le llama la ley del consumo mínimo de energía. Yo le hablaba más en términos sociológicos y tuve que volver, claro, a Auden para darle mi visión: las organizaciones sólo consienten un tipo de identidad, la que es homogénea con sus valores; en cuanto alguien quiera tener otra, la organización se lo acaba comiendo. Es lo que te pasó a ti con nosotros, me dice mientras apura un sorbo. Hablamos sobre el modelo de negocio de la consultoría, que creo que está agotado, al menos en Europa, y acabamos dándole vueltas a lo que ocurrirá dentro de unos años con las grandes empresas españolas de servicios: o desarrollan una nacionalidad propia (es decir, que la gente del Santander, por ejemplo, sea de nacionalidad santander con independencia de dónde trabajen) o todas ellas acabarán con los cuarteles generales en algún BRIC.

Nos salió de todo en la conversación, desde MadMen, ya saben, aquello de que el día que ganas un cliente es el día que empiezas a perderlo, hasta el Cisne Negro, del que me he convertido en predicador, sucursal España, pasando por el pirateo de contenidos y cómo nos acabará afectando en el sector.

Nos dieron las cinco, nos despedimos con un abrazo. Repetiremos almuerzo en septiembre o en octubre. Ser el torpe en cualquier reunión: el sueño de cualquier persona sensata. Un placer de almuerzo. Sólo la gente que es mejor que nosotros nos hace crecer. Allá los mediocres con sus miedos; a mí tráiganme siempre gente superior.


PS: Ángel Guillén escribió: “La mayor parte de nosotros no somos conectores: tenemos un círculo de amigos restringido y notamos que no disponemos del tiempo ni de la energía para mantener contactos con mucha gente; contactos que, además, serían ocasionales y nos resultarían poco satisfactorios. Pero los conectores tienen una cualidad psicológica especial: son maestros en lo que el sociólogo Mark Granovetter llama «el nexo débil»: tienen muchos conocidos y no rehúyen, dada su idiosincrasia, las pequeñas obligaciones que supone mantener un nexo débil y esporádico con ellos, tales como felicitarles por su cumpleaños o enviarles una postal o correo electrónico por Navidad. Así consiguen mantener viva una copiosa agenda de relaciones, la mayoría de las cuales con un nivel de intensidad tan tenue que la casi totalidad de nosotros seríamos incapaces de asumir o de verles siquiera el sentido".

1 comentario:

Hornuez dijo...

"Sólo la gente que es mejor que nosotros nos hace crecer. Allá los mediocres con sus miedos; a mí tráiganme siempre gente superior."

Aquí se resume la gran diferencia que tenemos tú y yo. Pensando así sólo ves una parte de la vida, que es mucho más grande. Si debajo de tus pies solo ves suelo, te perderás entonces piedras preciosas, petróleo y lo que es más importante: raíces.

Hay más mundo, Perdiú. Y no es necesario el "desprecia cuanto ignora".