18.7.11

Aquella reina de los tristes destinos...

Ando buceando en la vida de Isabel II. La de los tristes destinos, como la llamó Galdós, y como a mí me lo recordó un día Carmen Iglesias. Aquella mujer que tuvo la desgracia de ser Reina con apenas trece años. Mi Coronel, detallista, me regaló en el pasado cumpleaños su biografía, realizada por Isabel Burdiel. El libro es una delicia. Porque los años centrales del XIX, los que van de los años treinta a los setenta, hicieron lo que España es hoy. Sólo los cambios sociales que se producen entre los años sesenta y setenta en el siglo XX son comparables. Aquellas décadas. Aquellos años. Aquellas vidas. Es fascinante leer la gran historia cuando uno, a su vez, tiene entre las manos legajos familiares de aquella misma época. Lo local y lo global. Una joven de 23 años que llega a Madrid en diciembre de 1829 con el único objetivo de darle un heredero a su tío Fernando, hermano de su madre. Las universidades clausuradas. Un mal rey. El clero, el campo y gran parte de las ciudades del interior están con su tío Carlos, impaciente de ver morir a su hermano sin herederos. Finalmente, aquella joven da a luz a un bebe, que nace en octubre de 1830, y a la que prensa saluda diciendo “la reina ha dado luz un heredero, aunque hembra”. Tras el incidente de la Granja, el ambiente queda los suficientemente turbio como para que, al poco de morir el Rey, estalle un guerra, quizá la segunda guerra civil del XIX. Todo esto se me alterna, cortesía de los amigos de la Senabria, con la lectura de testamentos y contratos de aquella época. En mi pueblo Tomás Arias veía cercano su fin y se preocupaba de que su herencia no se partiera entre todos sus herederos. De igual manera, su hermano Nicolás encauzaba la carrera de su ahijado homónimo para que continuara con la tradición sacerdotal. Los libros y los legajos nos permiten ver la historia desde arriba y desde abajo. Ponerle cara a una sociedad en la que, además de empezar una guerra, la gente compraba tierras, tejía alianzas matrimoniales, se casaba, tenía hijos fuera del matrimonio y administraban sus fortunas como mejor podían.

Buena lectura, para estos días de verano.


PS: "Escribo como recuerdo, / escribo para acordarme de mí mismo". (Joaquín Pérez Azaustre)

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