8.7.11

Echando ratos con los locos de la Avenida Madison

Acabé la tercera temporada de MadMen. La serie se va oscureciendo, en todos los aspectos. Quizá porque así transcurrieron los felices años sesenta. Si la segunda temporada es correcta, la tercera flojea, aunque se recupera un poco al final. Ese mundo en el que uno se va de una empresa a otra llevándose los clientes. Crear un nuevo negocio. Emprender un nuevo sueño. La ética del esfuerzo. La estética del dinero. Las empresas de servicios, tan parecidas aún con el paso de los años: la dificultad de crear valor sobre aspectos intangibles. La dificultad de que el cliente entienda lo que uno aporta. Y esos personajes: esa incapacidad para expresarse de Draper, profundamente imbricada en un porte siempre impecable. Ese Pete Cambell, sólido hijo wasp, siempre tan pendiente de su reputación y de su necesidad de ascender, (mal) casado, porque todo el mundo lo hace a una edad y eso te da respeto. Esa búsqueda de la felicidad de la esposa de Draper, Betty, a la que no le arredran ni los niños ni el entorno. Divorciarse en aquella época debía de ser un drama. Y más con niños pequeños. Pero a veces las cosas ocurren y zas, de repente alguien se pone el mundo por montera y con el tercer niño siendo un bebé, decide que aún no es tarde para intentar ser feliz. La mirada de su hija, que ve un hogar en el que nadie es feliz. Que ve a su madre sin sonreír. Joan, la secretaria, que no se resigna a vivir lo que otros quieren para ella. Roger Sterling, aquel hombre maduro que no entiende que la vida iba en serio… En el fondo, aquellas rebeldías marcaron en cierto sentido nuestras vidas. Su punto de vista se universalizó: la mujer se liberó, cayeron muchos tabúes. Venimos de ahí, y con ellos compartimos parte de sus miedos. Y de sus esperanzas. Quizá ahí resida el éxito de la serie. El miedo a ser libres. A ejercer la libertad. A vivir conforme uno desea. Un miedo que aún no nos ha abandonado del todo...

Supongo que en breve empezaré con la cuarta temporada. Ya le contaré, desocupado lector.


PS: Betty le dice a su hija una gran verdad: “The first kiss is very special It´s whrere you go from being a stranger to knowing someone”, and every kiss with him after that is a shadow of that kiss.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La cuarta entrega es, simplemente, genial. Que le aproveche.