20.10.11

Una línea verde y un hotel

Un café y una muffin cerca del Instituto. Solidere ha convertido la calle en un rincón de cualquier ciudad del mundo y los desayunos son todos estándar. Solidere como sinónimo del futuro del Líbano. A la calle sólo puede accederse andando. Normal, la tentación del coche bomba es muy grande. En la plaza está el Parlamento libanés. Un poco más arriba, la presidencia; un serrallo de Estambul, como me apunta oportuno Maic. Nos ponemos en marcha en nuestro deambular. Al poco de andar, buscando Hamra, nos damos de bruces con el Holiday Inn. Un hotel que forma parte de la leyenda de la guerra. Uno de los escenarios clave de la “batalla de los hoteles”, cuando ambos bandos buscaron los edificios más altos de la ciudad para hostigar al enemigo desde ellos. Más de mil personas fueron asesinadas desde sus plantas. Refugio de francotiradores y pegado a la línea verde beirutí que marcó el destino de los vecinos de la ciudad, cuando terminó la guerra se encontraron cientos de cadáveres dentro. No ha sido reconstruido y ofrece un aspecto fantasmagórico. A su lado, uno de los hoteles más lujosos de oriente próximo. Esto es Beirut. Lo nuevo y lo viejo superpuesto, sin más complejos.

Seguimos avanzando, a veces en paralelo a la Línea Verde, y acabamos desembocando en la Universidad Americana. Un remanso de paz en medio del caos de Beirut oeste. La lógica wasp en medio de una Casbah. Creada por misioneros protestantes en el XIX, ocupa una importante parcela de la ciudad, junto al mar. Es uno de los pocos sitios donde los jóvenes de todas las confesiones se juntan. Nos dejan entrar, dejando los pasaportes. Un paseo por el campus y visita, obligada, al museo arqueológico de la Universidad, donde se exponen retazos de la historia de este lugar en el mundo que es, también, la historia de todos nosotros.

Abandonamos la Universidad y acabamos en Hamra. Hace calor. Un calor húmedo, que se pega en los huesos. Ese calor que me hizo olvidar muy pronto el mediterráneo. Llegamos a la Corniche y desde allí volvemos a ver la Noria. La obsesiva noria de los fedayines.

Va siendo la hora de comer y estamos cerca de la roca de las palomas, así que hacemos un alto en el camino. A la tarde, nos espera Saifi, de vuelta al centro comercial de la ciudad.



PS: Simplemente imagine cuatro círculos de tamaño cada vez menor incluidos unos dentro de los otros. El mayor es el de los mil quinientos millones de musulmanes del mundo, divididos en suníes, chiíes y cientos de otras sectas como los sufíes […]. La observancia puede ser tan casual como lo es […] la práctica religiosa entre los judíos, los budistas, los cristianos […]. Los islamistas son el siguiente círculo más pequeño, esto es, la gente que quiere que los Estados introduzcan la ley islámica […]. El tercer círculo son los salafistas, o seguidores de los sabios fundadores que rodeaban a Mahoma. Éstos quieren establecer estados islámicos de un tipo extremadamente puritano. […] La mayoría de los yihadistas son salafistas, pero no todos los salafistas son yihadistas, es decir, personas que intentan que se produzca una violenta transformación de las sociedades en estados islámicos.

Burleigh, Michael: Sangre y Rabia. Una historia cultural de terrorismo. Madrid, Taurus, 2008. Pág. 456.

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