3.2.12

La magia, desde el aire...

No había amanecido cuando despegamos. Al rato, ya estábamos sobrevolando mi tierra. Hemos aterrizado hace diez minutos. Sentado en Lavacolla, haciendo tiempo para una reunión, repaso mis notas. Miraba desde la ventanilla del avión y pensaba. Vengo de un mundo de frontera, una frontera que no se ve desde el aire pero que está presente en cuanto uno mira hacia el sur. Mi tierra limita al sur con Portugal, no con España. Vengo de un mundo antiguo. Pobre. Un mundo periférico desde que el hombre es hombre. Un mundo que sólo muestro a quien conmigo va, claro. Pero también, quizá por todo eso, un mundo mágico. Un mundo en el que gentes legendarias a los que ahora llamamos zoelas ocuparon los altos y desde allí, desde sus castros, domaron los ríos y sembraron los valles. Unas gentes que quizá adoraban a un Aernus del que no queda memoria ninguna. Por que llegó el cristianismo, quizá junto con el judaísmo, no lo sé, y aquel viejo mundo se fue integrando poco a poco en el nuevo. Algunos de sus vestigios no desaparecieron, eran vestigios de invierno, ligados a temores atávicos que nos acompañan desde que entendimos, vivíamos en aquel alto, el poder del fuego y la dureza de la lluvia. Como aquí la modernidad pasó de largo, algunos de esos vestigios han llegado hasta nosotros, a ambos lados, además, de la frontera, ya sea como mascaradas o a través de los pauliteiros. Sobre ellos estuve leyendo el otro día una cosa interesante escrita en portugués; una tesis presentada en la Universidad de Valladolid que reflexiona acerca del conocimiento mutuo de estas tradiciones a ambos lado de La Raya. Péguele un vistazo si le interesa la zona. O si lo seduce el misterio.



PS: “La frontera hispano-lusa se convirtió así durante varios siglos en un territorio semidespoblado y alejado, en un vasto espacio solar que era utilizado por los respectivos poderes peninsulares como zona de seguridad, a costa de la inseguridad de sus pobladores; una tierra indefinida y peligrosa donde se sucedían las escaramuzas y los constantes saqueos. En estos tiempos de conflictividad dilatada y permanente, de fronteras extensas y difusas, de amplios desiertos demográficos (Bernal Estévez, 1998), se dibujó un nuevo orden que borraba por completo las anteriores adscripciones territoriales, estableciendo un sistema complejo, de carácter feudal, tras el anárquico o al menos caprichoso reparto de extensas propiedades entre reyes, clero, órdenes militares y nobleza: los nuevos señores de la tierra.


Medina García, Eusebio: “Orígenes históricos y ambigüedad de la frontera hispano-lusa (La Raya)” Págs. 717 y 718. En Revista de Estudios Extremeños, Año 2006 Tomo LXII. Número II Mayo-Agosto

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