Hoy
que nos rescatan. Pensar en las causas. Múltiples. Difíciles de entender. Ir pensando
en ellas. Por ejemplo, en los sueldos. No creo en las regulaciones. Soy un
ingenuo. Lo sé. Creo en la ética personal. Creo que cuando uno trabaja en una
empresa privada y genera ingresos, ha de llevarse su parte. Nada que añadir. Me
alegra que el
CEO de Apple sea rico. O que lo sea el de Amazon. Es su negocio. Pero
cuando uno está en lo público, o en sector hiperregulados, hay que ser
cuidadosos. No por la ley, qué va, esa se incumple sin problemas. Por
vergüenza. Cuando uno no es capaz de explicar en pocas palabras de dónde sale el
dinero que gana, no debería ganarlo. No sé qué hacía un tal
Escribano, de la minúscula Caja Segovia, llevándose seis
millones de euros, más
de lo que la caja destinaba a obra social. ¿Le había
generado tanto valor a su entidad? Se le debería caer la cara de vergüenza. Y
sus vecinos deberían señalarlo con el
dedo. El tal Serra,
hecho rico en un puesto al que llegó por ser político, no por su capacidad de
gestión. El tal Pedroche,
el tal Zapatero.
Tan listo. El tal
Izquierdo, de Bancaja: no es la ley la que debe prohibir
que alguien se lleve quince millones de un banco arruinado precisamente por la
mala gestión.
Debería ser su ética.
Pero
de eso andamos escasos.
Todos.
Soy
algo naif.
Lo
sé.
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