12.7.12

Cerrando el libro


El invierno mediterráneo de Kaplan finaliza con interesantes reflexiones más al este. Sobre Dalmacia y la política de la zona: pese al paleto intento croata, Split es una ciudad mediterránea, al igual que Barcelona siempre será más mediterránea que de la ceba, lo mismo que Ragusa es una ciudad veneciana al otro lado del mar. El nacionalismo, siempre tan hostil, siempre tan melancólico. Reflexiones sobre Esparta, nuestra vieja enemiga, y sobre sobre el pasado griego, superviviente en la península de Morea durante siglos, más en concreto en Mistra. Quizá no quede nada de aquella Hélade en el país que hoy todos llamamos Grecia, pero nuestro mundo procede de aquella memoria

Y mientras cierro el libro pienso en lo que supone ser un viajero. Ir más allá de lo que nos ofrece el paisaje. Entender lo que vemos, incluso dentro del caos. Descubrir esas grandes regiones urbanas que acabarán configurando los escenarios de poder dentro de cincuenta o cien años. Descubrir que el arte griego está relacionado con su paisaje, como el maya lo está con el suyo. Y que sin espacios abiertos quizá no hubiéramos descubierto nunca el individuo. Cuando cerramos los libros somos un poco más viejos. Y tenemos más dudas. Pero también, si hemos aprovechado la lectura, somos más hombres. En el sentido literal de la palabra.

Un gran libro. No acabo de entender cómo no se reeditan los viajes de Kaplan. Tienen tanto que enseñarnos...



PS: Mientras la cercana Eslovenia se reúne con la Europa Central, Dalmacia está regresando al seno de la Gran Italia, ahora una taxonomía cultural tan solo debido a la inexorable inmersión del Estado italiano en la Unión Europea.
Kaplan, Robert D.: Invierno mediterráneo. Un viaje por Túnez, Sicilia, Dalmacia y Grecia. Barcelona, Ediciones B, 2004. Pág. 184

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