Un
mundo complejo. Un mundo en el que las alternativas son, muchas veces,
alternativas del diablo. En occidente ya no recordamos aquello porque la
modernidad (ese mundo crepuscular que termina) nos igualó a todos, pero en el
próximo oriente la mezcla de identidades sigue generando conflictos difíciles
de digerir. No es bueno simplificar. No sabemos lo que pasará en Siria, y no sabemos lo que habrá después de la
caída de los Assad. Hay una minoría alauita, concentrada en el oeste del país, una
mayoría suní, y varias minorías, cristianas, drusas o chiitas. Mantener el
equilibrio en Estados con varias identidades religiosas, étnicas o nacionales
es como construir un castillo con naipes: se puede venir abajo en cualquier
momento. Y no sólo Siria. También, el Líbano, el ejemplo de que se puede conseguir con paciencia y de lo que se puede desmontar en pocos
días. Para los seguidores de Hariri, un suní asesinado por la larga mano
siria, es demasiado tentador no apoyar a la insurgencia del país vecino. El
problema es si el contagio atrapa también al viejo país del Cedro. Espero que no.
PS: una alternativa interesante,
pasando por la creación de un nuevo Estado, en esta bitácora, que me llega en
directo de mis caros corresponsales en la zona.
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