23.7.12

El viejo monasterio (I)


La luz se iba poniendo por el oeste. A mi espalda, firme a más de mil doscientos metros de altura, lo que queda del viejo Monasterio se alza silencioso. Son más de las diez de la noche. Es julio en la Sanabria. No hay un atardecer mejor.

Entro en el templo. Se va llenando. Y me alegra. Abrazos y besos a los amigos. Un saludo al conferenciante, al que transmito un abrazo de Lauru. Me siento. Va a empezar la charla. Y la primera frase forja una leyenda: “espero acabar antes de que los monjes bajen desde sus celdas para realizar el primer rezo de la noche”. Empezamos un viaje. Nadie pestañea. No se oye un ruido. El crucero del templo reverbera con nuestro recorrido. Unos monjes que venían de Mozote. Una fundación benedictina. Hasta que llegó la gran reforma del Cister y el impulso de Claraval. Un monasterio ahijado a Carracedo. Un monasterio mimado por los Reyes. El símbolo del poder en una tierra de frontera. Y mientras el ponente avanza, voy recomponiendo el puzle en mi cabeza. Había dos tipos de hermanos, los de verdad, de origen noble, y los conversos, de origen llano. No se mezclaban. Unos trabajaban y los otros oraban. Y cerca del monasterio, la Granja, que es lo que empezó siendo este pueblo, aunque ahora lo llamemos San Martín. Los ataques de los Benavente, aliados en la zona con los adevenedizos Losada. Las guerras con Portugal. En el XIX, hospital de campaña durante la agresión de los ocupantes franceses, ya saben, esos que venían a traer luz, como dijo la Vicepresidenta, hay que joderse. Primera exclaustración durante el Trienio. Vacío final en 1835. El tal Villachica se hace con el monasterio. Y ahí empieza quizá el mayor destrozó cultura que ha conocido la tierra sanabresa en los dos últimos siglos…



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