Acabé desde hace dos mil años, de Mihail Sebastian. Al autor rumano lo descubrí por azar en
una tercera de abecé. Me cautivó su diario. Su
escritura. Su individualidad. Ser uno solo, no dejarse doblegar por la
masa. Un ensayo a modo de diario,
articulado en varios tiempos, mientras su país se consume hacia el abismo. Por el
libro desfilan todos los grandes, que lo fueron, de la cultura rumana de la
época: Nae Ionescu, Camil Petrescu, Cioran. Y muchas, muchas verdades
en forma de reflexión. Por ejemplo, la necesidad de mantenerse en guardia
cuando otros entregan alma y vida a los dogmas: “El espíritu crítico nunca ha
llevado uniforme. Es un civil”, dice en uno de los párrafos, cuando la guardia de hierro campabas por sus respetos en el país.
“No soy partidista, soy siempre
un disidente. Sólo confío en el hombre solo, pero en él tengo una gran
confianza”.
Un francotirador.
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