10.10.12

La música de Django, tantos años después...


Volver a ver una película al cabo de varios años. Esta vez en versión original. La historia, ficticia, de Ray Emmett, el segundo mejor guitarrista del mundo después de Django Reinghardt, que Allen nos contó en 1999 en forma de acordes y descuerdos. La vi en el cine y la recordaba. No ha envejecido mal, porque Allen es bueno y sabe dotar de un halo de intemporalidad a algunas de sus historias.  La soledad del poder creador. La maldición de la genialidad. O cómo la calidad de producir arte no está relacionada de manera directa con la calidad humana de quien lo produce, según declara Allen en una entrevista que viene en el cedé (ventajas de consumir sólo contenidos digitales originales). Una buena historia de perdedores, en aquel mundo al que me enganchó para siempre la historia de ese alter ego parcial que seré alguna vez llamado Gatsby. Magnífica, por cierto, Samantha Morton, y muy bueno Penn en su atormentado papel, un Penn, al que, lo que son las cosas, un biógrafo atribuye orígenes sefardíes, siendo un Piñón expulso de la península.

Cine para una tarde de octubre o para asumir, son tantos los ejemplos, que se puede ser un magnífico artista y un gilipollas a la vez.


PS: Pacheco escribió: “Dices que solo valgo cuando empaño / la blancura insondable de una página”.

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