El buen cine es aquel que te
lleva a otras vidas nada más sentarte en la butaca. Estábamos en el mundo de mi
infancia. Era 1979 y una horda de fanáticos, sacada directamente del siglo XII,
no sólo ponía fin a la corrupta (y modernizadora)
monarquía
del Sha, sino también a los afanes de libertad de
la clase media urbana persa, que fue aplastada sin contemplaciones
por un gobierno, ya digo, venido del mundo del Mahdi. Este nuevo y asesino gobierno,
saltándose todas esas minucias de la modernidad, invadió la legación
estadounidense, dando pie a lo que se conocería como la crisis de los rehenes.
La historia desconocida es que seis de los funcionarios se refugiaron en la legación
canadiense. Se trataba de una situación
precaria porque era cuestión de tiempo que los enloquecidos gobernantes
se dieran cuenta de que algunos rehenes habían escapado, por lo que se puso en
marcha una operación secreta, hermosamente denominada Argo,
para liberarlos sin levantar sospechas.
Buen cine, con un Affleck
interesante y con un guion bien trenzado.
Un film inteligente, entretenido, que te mantiene
pegado a la butaca literalmente hasta el último momento.
¿Se le puede pedir algo más a una
película?
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