Maestros.
Pocos, pero brillantes. En Historia,
tras un previo que sentó las bases, todo empezó con Sir John H. Elliot. Aquel libro de leyenda, con sus tapas
azules, su olor a tinta, su carabela hacia el infinito. La España Imperial. Estábamos en segundo o tercero de
carrera. Un libro que abrió una puerta que daba paso a múltiples laberintos.
Después llegaron otros maestros, pero ninguno lo superó. Al Conde Duque comencé a entenderlo gracias a él. Y lo mismo me pasó con el Nuevo Mundo...
Ahora publica Haciendo historia, con crítica en
el abecé cultural de Manolo Lucena, y tengo claro que es un libro
que habrá que leer.
Como Chateaubriand, soy hombre
amante de la tradición, así que le confieso, desocupado lector, que lo
iniciaré, como homenaje al Maestro,
una tarde de estas, sentado en la Sala 12 del Nacional del Prado, mientras el Conde Duque nos vigila…
No hay comentarios:
Publicar un comentario