El
tal Díaz
Ferrán. Bajo toda esta crisis, bajo toda esta depresión, lo que hay es un
vacío moral aterrador en nuestra sociedad. Un vacío que se acrecienta cada vez
más. Cada vez que reímos una gracia en forma de fraude, cada vez que miramos
comprensivos hacia otro lado cuando alguien roba, no paga, sablea, no devuelve.
Cada vez que los un sindicalista utiliza sus horas de liberación en beneficio
de su sindicato y no de los trabajadores de su empresa, cada vez que un
empresario defrauda el pago de algún impuesto.
No
puede ser que tal Ferrán fuera un delincuente y nadie responda por ello. No
puede ser que quien lo aupó, y quien lo consistió, mire ahora hacia otro lado.
¿De verdad llegó sin ayuda de nadie a presidir primero CEIM y luego la
CEOE?
El magistrado
piadoso es la receta.
Y la
ejemplaridad el único camino. Pero con estos mimbres, vamos daos...
PS: “En
una serie de experimentos más recientes se comprobó ese efecto de la epidemia del
desorden en varias comunidades de Holanda. Por ejemplo, se pusieron cinco euros
a la vista en un buzón en buenas condiciones. El 13% de quienes pasaban por
allí se lo quedó. Si el buzón estaba pintado con un grafiti, la tasa de robo se
duplicaba, hasta llegar al 27%. “Observamos, -cuentan los científicos- que
cuando alguien veía que otros violaban una norma social o legal, la gente era más
propensa a violar otras normas, lo que fomentaba la propagación del desorden”.
Arroyo,
Luis: El
poder político en escena. RBA, Barcelona, 2012. Página 137
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