26.12.12

Una cita, enfilando el noroeste...


Rescato este párrafo de un magnífico libro que disecciona, mientras recrea la sangre de abril, el nacimiento del capitalismo moderno. Y lo rescato porque si hay algo fascinante de la modernidad es la movilidad. La capacidad de, como yo hoy, desayunar en Madrid y almorzar en la Sanabria. La posibilidad, en suma, de hacer que los territorios sean de uno, y no al revés.
Disfrútela, desocupado lector.

Como Venecia, la pequeña Florencia [del siglo XV] era todo un Estado y, en su fiero patriotismo, casi una nación. Los hombres en puestos intermedios y superiores –por no hablar de las mujeres- no tenían libertad para deambular de una ciudad o de una región a otra con la esperanza de emprender nuevos rumbos vitales o profesionales. Dicha movilidad entre los ricos y hacendados es más bien un distintivo de nuestra sociedad moderna. Por supuesto, los mercaderes florentinos salían al exterior para manejar sus negocios, a veces durante largos periodos, pero siempre volvían: el hogar era la vera città, donde se alimentaban poderosas raíces: la familia, la identidad, el matrimonio y los amigos.

Martínes, Lauro: Sangre de abril. Florencia y la conspiración contra los Médici. Turner, Madrid, 2004.  Página 264

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