El libro
de Trapiello es un puzzle del que van saliendo piezas que acaban encajando en
mi memoria. Si las máscaras
del héroe me abrieron la puerta de este mundo, fue debido a que la vida
de Pedro Luis de
Gálvez daba para mucho más que para una novela. Gálvez, el ínclito Gálvez,
tiene también su espacio en el libro, como lo tienen Cansinos, Hoyos y Vinent
y tantos otros de un mundo bohemio que, a medio camino entre al atraso y la
modernidad, acabó desapareciendo para siempre en el horror de la guerra.
Una
bohemia del Madrid de los años treinta, descrita con acierto en el libro y por la que desfilan amistades impensables para
la progresía actual, como la de Federico con
José Antonio
(quizá a los dos únicos españoles de la primera mitad del XX a los que se
conoce sólo por el nombre de pila) y que analiza con precisión el autor.
Aquella
bohemia, en fin, y aquel Gálvez, ya digo. El mismo al que Muñoz Seca
respondió con un “honradísimo, Gálvez, honradísimo", cuando se
enteró de que el escritor, chekista por aquel
entonces, había solicitado fusilarlo en persona.
Fascinantes, por lo lejos que están. Aunque alguno de ellos hubiera podido ser nuestro abuelo...
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