Ir
al cine solo. Una experiencia olvidada desde los años de la facultad. Emparejarse
es renunciar, hubiera dicho Hornuez en sus años mozos. El caso es que me
acerqué, (en la Gran Vía, claro), a ver una película. Solo. Estar alone
en el cine no es estar lonely, no se me ocurre una forma en castellano
de explicarlo. En el cine y en la vida. Algún día escribiré sobre ello.
De
nuevo cine español y de nuevo, cine del bueno: El cuerpo. Un thriller magnífico; un buen guion y buenos actores. Cuando el
director es capaz de jugar con el espectador hasta el final, uno sólo puede
quedarse sentado acabar la película y dejar que el desenlace de la historia le
permita atar todos los cabos. La persistencia de la memoria, amores imposibles,
en esta vida y quizá en otras. Entre una decadente Rueda en el papel
de mujer hermosa, madura y manipuladora, y un interesante Coronado (algo por
debajo de la paz para los malvados, eso sí) se comen entre ambos al tal Silva.
Buen
cine, del que te mantiene pegado al sillón. Cine entre lluvia, cercado por el viento,
a la afueras de un bosque. Lo escribí una vez en una tesis: no hay miedo sin
lluvia y sin bosque. No es un invento de Expediente X o de Twin Peaks. Está en lo
más hondo de nuestro cerebro...
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