Cerré,
de momento, mi ciclo de cine de Tarantino,
con los dos volúmenes de Kill Bill. Una película que duraba demasiado y que hubo
que dividir en dos partes, la uno y la dos. Con una
magnífica Thurman la película es un homenaje al cine con sus planos en blanco y negro,
sus peleas inverosímiles y su ética de la supervivencia. Hay algo diferente en
la forma que tiene Tarantino de presentarnos a sus personajes. No sólo es su
estética, también su ética. Esos fracasados como el magnífico Budd interpretado
por Madsen que reflexiona sobre el sin sentido de la vida cuando uno se siente
derrotado por un trabajo sin esperanza ni futuro. Al fondo, otro viaje homérico de
vuelta a casa, en este caso en busca de una venganza que el espectador va
comprendiendo a medida que avanza la película. Quizá porque cualquier relato
siempre habla de un viaje. También este blog, desocupado lector, que también cesará el
día que El Perdíu arribe a casa…
Cine inteligente. Es bueno Tarantino,y me alegra haber mudado mi opinión sobre él.
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