16.3.13

Y las nietas, claro. También se reunieron las nietas...


Hacía frío y el día venía gris. Así es el invierno en la Sanabria. Con Nuestro Padre el Lago vigilándolo todo.  Como la lumbre estaba encendida, las amigas estaban a la mesa.

Allí estaban.
Estaba la nieta de Catalina, la bonariega que quizá oyó alguna vez hablar de Manuel Fernández, un sanabrés que murió en las minas en los años ochenta del siglo XIX.
Estaba la nieta de Mercedes Casanellas, una catalana hermosa y dulce, a la que imagino siempre rodeada de libros en una biblioteca señorial del Madrid de la postguerra.
Estaban también la nieta y la bisnieta de la señora Marieta, aquella mahoreña de leyenda, raptada una tarde de agosto, (y Lisboa resplandecía), por el que fue su marido. (Hay veces en la vida en las opciones en la vida se limitan al rapto o la huida).
Estaban también la nieta las bisnietas y una tataranieta de Miguel, aquel carbajalino con alma de comerciante senabrés. 
Estaban, en fin, la nieta del tío José, hermanada con la nieta de Serafina, en la Santa Colomba de principios del siglo...

Faltaron algunas. Claro. Faltó (faltaron) la nieta (las nietas) de Rosario Castro, acacireña de adopción, a la(s) que echamos de menos a cada rato; como faltó la nieta de Domingo, que traficaba con la  miel, la hija de Jero, o la bisnieta de aquella que nunca se casó con mi hijo Pedro. Faltó, en fin, la nieta de Abel, un hombre bueno de San Miguel, quizá porque los hombres buenos, como nos enseñó Prez, son aquellos que solo son recordados cuando ya no están...

En cualquier caso, un día memorable.

Así que gracias a todas.  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

gracias a ti, facedor de estos y otros lazos.
joao

butterfly dijo...

Que placer compartir con tan buena descendencia