12.5.13

Cuando la vida se detiene sin darse cuenta de lo injusta que es...


Vidas.

Que se apagan. De manera injusta. Cuando uno está empezando apenas a despertar, aunque tenga ya más de setenta años.

En mi caso, apenas unos recuerdos. Siempre dulces. Siempre sonrientes. Una vida dura. Difícil. Ser mujer en aquella España. En la que una no elegía. Nada. Casarse con un mal tipo. Sufrirlo. Abandonar a la familia.  

Esas historias, lejanas en cuanto una generación transcurre, y que se ocultan a todos los demás, por miedo o por vergüenza.

Aún recuerdo su regalo de comunión. Como recuerdo a su hija, mi prima, una niña que nunca creció y a la que siempre saludo con afecto cuando nos vemos algún día en el Mercao.

Descansa en paz, tía. Con todo el afecto que quizá nunca te demostré en vida, ahora te lo digo.

Y que la tierra te de la tranquilidad que la (mala) suerte te negó.

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