Fuimos
a Lorca. La ciudad del Terremoto.
Madurar es alcanzar la paz. Ya estoy en
paz con los murcianos, como hace tiempo que lo estoy con los
psicólogos y algún día, en breve, lo estaré con los ingenieros. Una ciudad barroca. Aquí no
hay gótico y mucho menos románico. Es otra España. Meridional y por lo tanto lejana a la mía.
Una
calle hermosa, la corredera. Sólo los comerciantes dan valor a las
calles. Lo demás es oropel. Y caro. Donde sólo hay empleados públicos, la prosperidad acaba saltando por
la ventana. A mí me lo van a contar.
Visitamos algunos edificios. El Centro de Artesanía de la Región, una construcción moderna para rendir culto al trabajo con las manos. Al
lado, un edificio singular: el Palacio de los Guevara,
recién restaurado. Un patio magnífico para hacer sociedad civil. Alguna Iglesia, y poco más.
Y es que he de contarle un secreto, desocupado lector. En realidad no íbamos a Lorca. Íbamos a su Parador... así que ya de camino decidimos entrar por la ciudad...
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