Una
buena novela ha de tener un buen inicio. Un principio bien escrito, digo. A mí,
que leo papelillos muy de tarde en tarde, me enamoran los buenos comienzos, ya
lo conté alguna vez. Quizá porque a mí, también, muchas veces en
la vida me llamaron traidor. Y yo también, que no soy el más listo de
la clase, he acabado por entender que “nunca estamos
infinitamente lejos de aquellos a quienes odiamos. Por la misma razón,
pues, podríamos creer que nunca estaremos absolutamente cerca de aquellos a
quienes amamos”.
En esto también me ha gustado el tango
(de la guardia vieja) que se bailan durante treinta años Max y Mecha en la
última novela de Pérez Reverte. No me
digan que no es un inicio hermoso por meláncolico: “En otro tiempo, cada uno
de sus iguales tenía una sombra. Y él fue el mejor de todos.”
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