17.10.13

Un libro como un elogio, o cerrar con unas citas

Los libros retratan a quien nos los regala. A quien nos incita a leerlos. Porque cuando los leemos, en el fondo estamos también leyendo a quien los lo ha recomendado. Ahí quizá el papel del autor sea menor. Llegué a este Tango de la guardia vieja de la mano de mi admirado Batera. La excepción, en tantas cosas, que confirma la regla. Y cierro el libro saboreando algunas de sus mejores citas. 

Esas citas que me golpean. Un Arturo Pérez Reverte para anotar. Saber que algunas son "de esas mujeres que ayudan a comprender el tiempo en que nos toca vivir”. Citas para recordar, cuando uno se mira de reojo después de tantos años y se pregunta “quién tendrá más facturas pendientes de cobrar con el otro. Ella o yo”. Reflexiones para comprender, en las noches de angustia, que “los hombres acariciados por muchas mujeres cruzarán el valle de las sombras con menos sufrimientos” Y es que hay mujeres que simplemente “quedaron atrás”. Nada más. Muy atrás. Mujeres con las que los finales han de ser rápidos, se lo tengo muy dicho al Maestro Esteban, ya que “detesto los finales prolongados. Hacen perder los modales” Que las pocas certezas que hay en la vida es que los hombres “dudan, recuerdan y mueren”. En fin, que como bien sabe Oscarnello, “la única tentación seria es la mujer señor Costa.  ¿No le parece? Todo lo demás, es negociable"...

En fin, en el libro había un tal Rafael, de cuyo apellido no quiero acordarme y estaba por allí también el Negresco… ¿Cómo no iba a gustarme?

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