27.4.08

Libros dolorosos (I)

Hay libros dolorosos. Que hay que leer, precisamente, porque nos tocan alguna fibra cercana. Acabo de terminar uno de ellos: El maestro en el erial. Me ha llevado tiempo, es verdad, pero había que leerlo entero. Habla de Ortega.

Y para El Perdíu, hablar de Ortega, es hablar de muchas cosas a la vez. Es, en primer lugar, hablar de Dalmacio Negro y aquella asignatura de Teorías y Formas Políticas, ¿recuerdas Hornuez?. De aquellas fotocopias de las Obras Completas, del origen deportivo del Estado, de la misión de la universidad, de las ideas y de las creencias. De la rebelión de las masas, también. De Alonso de Contreras, de Mirabeau. De la España invertebrada, discutiendo su tesis central con Elorza. Hablar en torno a Galileo y de la teoría de las generaciones en la historia.
Hay que ponerse en perspectiva. Uno llegaba a la universidad sin tener idea de casi nada. Y de repente, llega Ortega. La claridad es la cortesía del filósofo, y vaya si Ortega era cortés. Cada lectura era una sorpresa, aún lo recuerdo. Nuevas formas de ver la realidad, nuevas maneras de pensar. Llegar a sitios y conclusiones en las que jamás uno había pensado. Y allí estaba siempre, de la mano, Ortega.


Había, es cierto, un extraño silencio en
la Facultad de Ciencias Políticas respecto a él, pero acostumbré pronto a no darle importancia. En la facultad de políticas de la Complutense, que no hablen de determinados autores es para ellos más un timbre de gloria que un demérito.

Luego fui creciendo, porque todos los hacemos, y aunque en algunas cosas me fui alejando de Ortega, su recuerdo, y su base, siguen ahí. Sus lecturas, como tantas otras, me hicieron como soy, pero es verdad que fue él quien me llevó primero a la filosofía, y la política de la historia.

Con este
exordio, entenderán que El maestro en el erial, del asturiano Gregorio Morán, supuso un reto para mí. Una vez, en segundo o tercero de carrera, hablé con algún catedrático acerca de Ortega “volvió a España en pleno franquismo y no se posicionó claramente contra el régimen; eso le ha condenado al olvido”, me contó. Yo no tenía ni idea. De este tema trata precisamente el libro, de los años que transcurren, los diez últimos de su vida, entre la vuelta de Ortega a España en 1945, hasta su muerte acaecida en 1955.
Mañana les sigo contando.

PS: Martín Santos dijo una vez “Ortega es el padre de casi todos los españoles que piensan, incluidos muchos de los que le combaten”. Citado por Morán, Gregorio:
El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo. Tusquets, Barcelona, 1998. Página 309.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ortega ha sido probablemente uno de los hombres más inteligentes de la España del siglo XX. Tuvo también una enorme e influencia hasta los años cincuenta. Incluso en Alemania, donde su muerte fue muy llorada, como bien recuerda Julián Marías.
Los sesenta lo marginaron. En la Universidad que yo conocí era un proscrito. No era marxista,huyó de la zona republicana, uno de sus hijos combatió en el ejército nacional y vino a España en la época de Franco, aunque jamás respaldó al Régimen. Se anticipó a Heidegger en no pocas ideas capitales.

Nunca he comprendido, en cambio, que no escribiese una obra sistemática. Tampoco su absoluto
desinterés por las cuestiones económicas y la política exterior de su tiempo. De los EEUU apenas habla y cuando lo hace demuestra no pocos prejuicios y tópicos. Como político fue funesto, como tantos intelectuales.

El libro de Morán que cita vd. es apasionante y un tanto hostil a Ortega. Tiene un estilo mordaz y no pocas veces injusto. Me permito mencionar, y aconsejar aquí que tanto se habla de libros, el que dedicó el citado Morán, al PCE. Es fundamental.